La reconstrucción de la unidad opositora, otra tarea inconclusa de Juan Guaidó

Los politólogos Ricardo Sucre y Maryhen Jiménez quitan el polvo y la paja acumulados luego de tres años de gobierno encargado, y hacen una radiografía de las razones por las cuales la Plataforma Unitaria, el último intento opositor de unidad, no logra cuajar. ¿Lo logrará en 2022?

Foto Maru Morales P., archivo


Por Maru Morales P.  | @morapin

Publicado en La Gran Aldea el 23 de enero de 2022


Caracas. El 23 de enero de 2019, cuando Juan Guaidó se juramentó como presidente encargado de Venezuela con apoyo de la Asamblea Nacional e invocando los artículos 233, 333 y 350 constitucionales, la oposición venezolana atravesaba una orfandad de conducción política. La Mesa de la Unidad estaba muerta, el Frente Amplio no lograba cuajar como el espacio de consenso, estrategia y movilización y la Asamblea Nacional había sido completamente anulada por el resto de los Poderes Públicos.

La insurgencia de Guaidó, hoy hace tres años, fue vista primero con recelo y duda por tratarse de un dirigente completamente desconocido, y luego con la expectativa de que él y su gobierno encargado pudieran llegar a convertirse en el liderazgo y el espacio de reunificación de la oposición. 

La ola de entusiasmo que generó Guaidó entre la militancia opositora llegando a alcanzar una popularidad de 60 %, el desconcierto dentro del oficialismo ante el reto frontal a la presidencia de Nicolás Maduro y el decidido apoyo internacional que recibió, llevaron al liderazgo opositor a plegarse a la conducción de Juan Guaidó y a la estrategia del quiebre de la coalición dominante –leit motiv de un sector opositor desde 2002- por encima de la estrategia de acumulación de fuerzas (elecciones y movilización) que había llevado la MUD con éxito desde 2008.

Pero el transcurrir de los días, semanas y meses se encargaron de demostrar que la unidad opositora que transmitía el gobierno encargado se quedaba en los discursos, los comunicados, la fotografía y la rueda de prensa, pero no cuajaba en torno a objetivos y estrategias, porque la mayoría de las decisiones las tomaba un partido, a veces incluso de forma inconsulta con el resto. Para diciembre de 2020, cuando se produjo la primera reforma del Estatuto para la Transición, el fraccionamiento interno era tan marcado que AD se abstuvo de votar la reforma, mientras PJ llevaba por lo menos año y medio pidiendo más transparencia de gestión.

Entre enero de 2019 y abril de 2021, la oposición navegó llevada por la corriente del Gobierno Encargado, su agenda y sus recursos financieros. Pero no existía una alianza política con espacios de coordinación estratégica y resolución de conflictos interpartidista. “Desde afuera, el gobierno interino se ha percibido siempre como una caja negra. Como un grupo de personas que toman unas decisiones y los demás lo tienen que aceptar”, afirma el politólogo Ricardo Sucre consultado por LGA.

El descontento con el accionar del gobierno encargado frente a situaciones límite (30 de abril de 2019, Monómeros, Operación Gedeón de mayo de 2020 y la relación de algunos de sus funcionarios con mercenario llamado Jordan Goudreau) el fracaso del mantra de los tres pasos y el inminente fin del período constitucional de la Asamblea Nacional electa en 2015 que lo dejaría sin legitimidad para continuar como presidente encargado, forzaron Guaidó a mediados de 2020 a iniciar tratar de recrear un espacio de debate y toma de decisiones colectivo, con una estructura independiente del gobierno encargado. Así se alcanzó el Pacto Unitario primero, en agosto de 2020 y la Plataforma Unitaria después, en abril de 2021.

¿Por qué razón la Plataforma Unitaria no ha logrado ser el espacio de consenso necesario para robustecer a la unidad opositora frente a un gobierno de vocación abiertamente autoritaria como el que lidera Nicolás Maduro desde 2013? A esa pregunta intentaremos responder.

De aquellos polvos, estos lodos

El 7 de septiembre de 2020, Juan Guaidó presentó el Pacto Unitario. El documento firmado por unos 30 partidos establecía entre otros puntos, mantener comunicación con el sector militar y realizar una consulta popular que le diera legitimidad a una nueva hoja de ruta que sustituiría al fallido mantra de los tres pasos.

Aunque el pacto se refería expresamente a la necesidad de establecer “una sólida unidad que incluya a los diversos sectores políticos y sociales del país, basada en reglas claras de funcionamiento y de mutuo respeto, para que ninguna diferencia esté por encima de los intereses de la Nación”, esas reglas de funcionamiento no se aprobaron ni en abril de 2021, cuando se oficializó la Plataforma Unitaria, ni en los meses siguientes y no existen al día de hoy. 

Aunque desde mediados de 2021 hay un proyecto de reglas internas basado en el Reglamento de la MUD, “ese proyecto se discutió y había acuerdo, pero nunca se le dio la formalidad de la aprobación”, dijo a LGA una fuente directa.

Esa falta de reglas claras, es a juicio de Ricardo Sucre, la causa medular por la cual la Plataforma no logra ser el espacio de consenso efectivo y eficiente que sustituya con éxito a la MUD: ”Hay muchas causas, pero la causa principal es que allí no hay unas reglas internas. Eso crea un desbalance entre partidos poderosos y partidos más pequeños que sienten que su voz no es tomada en cuenta. En la Mesa de la Unidad eso también pasaba pero había un espacio semanal para dirimir estas diferencias, donde las tres Secretarías (general, ejecutiva y política) trataban de buscar el equilibrio y acercar las posiciones. Eso no pasa en la Plataforma ni en el Gobierno Encargado”.

La estructura de la Plataforma

La segunda debilidad de la Plataforma es la falta de comunicación. Además de no tener unas reglas conocidas, tampoco son de dominio público aspectos como la agenda de trabajo, los días de reuniones, los espacios de debate con los que cuenta, ni las estructuras internas que la conforman. El único vocero público que comunica o explica las decisiones de la Plataforma es Juan Guaidó. 

No obstante, La Gran Aldea pudo conocer que la estructura de la Plataforma está conformada por una Dirección Ejecutiva integrada por representantes de los 10 partidos de oposición que tienen diputados en la Asamblea Nacional electa en 2015; por debajo de ellos, el resto de los partidos. Inicialmente eran 40, pero hoy en día son poco más de 30 pues algunos se alistaron en la Alianza Democrática y otros decidieron andar solos. Luego una asamblea de deliberación en la que deberían participar los representantes de la sociedad civil, los partidos y el Frente Amplio. 

Al respecto, uno de los coordinadores del Frente Amplio confirmó a LGA que “la sociedad civil no participa en la Plataforma Unitaria” porque la Plataforma es un espacio de partidos políticos. Agregó que si bien el Frente respaldó la creación de la Plataforma y es el enlace de la sociedad civil con los partidos, “nunca nos hemos reunido”.

De hecho, en la sociedad civil aglutinada en el Frente Amplio hay descontento porque la Plataforma aspira que sus decisiones sean respaldadas por sus organizaciones, pero no las hace parte del proceso de toma de dichas decisiones: “Si tienes una estrategia política, tienes que informarla a la sociedad civil para que ésta discuta si está de acuerdo o no. Eso no pasa”, dijo la fuente del Frente Amplio.

La falta de amplitud

La Plataforma Unitaria también carece de amplitud de visión de sus integrantes. Es decir, está conformada por sectores que ven el mundo más o menos igual. Y es que ella nació atada al liderazgo de Juan Guaidó como presidente encargado y presidente de la Asamblea Nacional electa en 2015, y en consecuencia, de cierta forma atada a Voluntad Popular.

En opinión de Sucre, el problema de esas ataduras no es tanto que Guaidó sea el vocero central de la alianza, sino la escasa legitimidad nacional que a su juicio tiene: “Pienso que Guaidó puede ser el vocero pero el problema es cómo se dio la legitimidad para esa vocería. En el proceso de construcción de esa Plataforma, Guaidó se reunió con sus amigos, pero no fue capaz de trascender eso. No hizo un esfuerzo por ir más allá de su grupo cautivo. Habló con María Corina Machado, pero no con Henri Falcón, por ejemplo. Habló solo con los que apoyaban la estrategia del quiebre y eso le ha impedido a la Plataforma tener un verdadero alcance nacional”.

Al garete

Por último, esa dificultad para el debate y el consenso interno ha generado una inconsistencia en el mensaje y el accionar de la Plataforma en momentos políticos clave de los últimos años. Veamos algunos ejemplos:

A mediados de 2020, los partidos que meses después conformarían la Plataforma Unitaria, anunciaron que no participarían en las elecciones legislativas de diciembre de ese año.

En abril de 2021, apenas recién constituida, la Plataforma criticó, restó mérito y se negó a participar en la negociación política que resultó en la designación de nuevos rectores del CNE.

En agosto de 2021, frente al inicio del proceso de negociaciones con Miraflores en México, la Plataforma logra la conformación de una delegación amplia y representativa, reconocida y apoyada por todos sus miembros.

Unos días más tarde, anuncian que irán a las elecciones regionales y municipales de noviembre pero sin consenso; en consecuencia un grupo de partidos participa y otro grupo se abstiene. Los que participan lo hacen sin mensaje, programa ni comando de campaña unificado.

El 3 de enero de 2022, los 10 partidos de la Plataforma que tienen representación en la Asamblea Nacional, apoyaron la continuidad del gobierno encargado y de la AN2015 hasta enero de 2023; pero no se hizo pública la postura de las otras organizaciones políticas que hacen vida en la Plataforma.

Sobre el referendo revocatorio presidencial, pese a que el tema está sobre la mesa desde mayo de 2021, la Plataforma corrió la arruga de esa discusión y nunca llegó a fijar una postura oficial de apoyo ni rechazo a la iniciativa, midiendo quizá la imposibilidad de presentarla en México -como pedían algunos sectores- antes de que Miraflores la torpedeara como en efecto ocurrió esta semana.

Perspectivas para 2022

La Mesa de la Unidad Democrática fue concebida para ganar elecciones pero no para gobernar; esa fue una de las razones –no la única- por las que una vez obtenida la victoria de 2015 iniciara su camino a la disolución. La politóloga Maryhen Jiménez sostiene que la MUD fue exitosa en su objetivo electoral porque ese objetivo estaba claro desde el inicio. En el caso de la Plataforma, su falta de consistencia y coherencia es producto de su origen: “La Plataforma Unitaria surge por la presión interna y externa de mostrar unidad, pero no es eficaz porque no tiene reglas claras y está muy vinculada al liderazgo de Juan Guaidó y del gobierno encargado; un liderazgo que por diseño es muy vertical y no permite el entendimiento ni la cooperación constructiva con otros”.

Hace unos días, durante el aniversario de Copei-ODCA, su presidente Roberto Enríquez, resumió los principales obstáculos que ha tenido la oposición en los últimos años para construir un movimiento útil para lograr el cambio político: 

  • la falta de una “unidad sustentable y coherente con un objetivo común y una estrategia compartida”; 
  • las conductas autodepredadoras de su dirigencia; 
  • la deficiente comunicación entre los partidos políticos y la sociedad civil; 
  • y la dificultad para mantener niveles óptimos de organización y movilización política y social. Esto último atribuible solo en parte a la pandemia y al éxodo de venezolanos por el mundo, entre ellos, la militancia de los partidos.

Enríquez pedía a la Plataforma Unitaria que se planteara “el desafío de estar unidos no solo para hacer oposición, sino para gobernar y transformar el país”.

¿Lo logrará en 2022? Está por verse. 


Foto principal Maru Morales P., archivo


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